Por Liliana Becerril Rojas
Las instituciones gubernamentales son indispensables para el desarrollo de cualquier entidad. Son las encargadas de atender las necesidades ciudadanas y quienes las conforman, los servidores públicos, son personas que tienen la importante función de dar la cara a los usuarios que presentan necesidades específicas, guiándolos sobre los trámites a realizar para tener un resultado satisfactorio en sus solicitudes.
Gracias a esta clase burócrata es que cada sexenio, cualquier nueva administración que llega, encuentra una organización operante que ofrece estabilidad para su rubro y contribuye a la estabilidad estatal en general. Sin embargo, es bien sabido que los puestos de los altos mandos conforman parte de una negociación en beneficio del gobierno en turno, así que cuando llega una nueva administración, quienes ocupan direcciones y subdirecciones, así como puestos estratégicos y personal de apoyo son removidos de sus cargos. Los nuevos funcionarios tienen la necesidad de ser capacitados para encabezar a dichas instituciones, pero después de seis años vuelven a ser removidos.
Es entendible que cada nueva administración pública traiga consigo sus estrategias a desarrollar, pero es necesario considerar varios puntos. Por un lado, los burócratas logran desarrollar tal eficiencia en el funcionamiento de las instituciones para las que trabajan, que conocen las necesidades reales de la ciudadanía y como satisfacerlas. Es un conocimiento que ha llevado años adquirir y al ser despedidos también se pierde ese valioso conocimiento. Por otra parte, al despedir a tantos burócratas se engrosan las filas de desempleados, incrementando los problemas sociales que se derivan de esta situación, amén de los infinitos laudos laborales que socavan las finanzas gubernamentales. Finalmente, es necesario que las nuevas administraciones consideren prioritarios los requerimientos de la ciudadanía a la que se deben, en lugar de los intereses de partido a los que se ciñen y que en ocasiones dan pie al nepotismo y a la corrupción.
Cabe mencionar que esta clase trabajadora ha sido discriminada por considerarla ociosa y corrupta, pues cuando se habla de la burocracia se asocia con despotismo e ineficacia. Sin embargo, la realidad es que son servidores públicos que merecerían contar con otra oportunidad. En este caso la propuesta es buscar la implementación de un servicio civil de carrera que les permite contar con una permanencia laboral dentro de su área o dependencia, sin importar que partido encabece al gobierno, pues este modelo permite la capacitación y evaluación constante con lo cual se lograría una gestión competitiva que dé los resultados que los retos actuales requieren.
La estabilidad de nuestra entidad requiere generar las condiciones para todos los sectores productivos y los órganos gubernamentales que los regulan ofrezcan condiciones de certeza para el trabajo, a fin de que cada sexenio se celebre el cambio sin temer al desempleo por la simple razón de no ser militantes del partido en turno. #DignaRebeldía #RevolucionariaSocial #LBR