“Nuestro futuro común” treinta años después

Por Cristina Ortega Mier

Durante los años setenta del siglo pasado, con el incremento de la información sobre la problemática del medio ambiente, se dieron los primeros intentos entre los países industrializados por establecerpolíticas ambientales, en el ámbito educativo surgieron planteamientos de iniciativas para insertar conceptos ambientales en los planes pedagógicos, al mismo tiempo que en el ámbito social surgió el cuestionamiento de los modelos de crecimiento y consumo y su relación con el medio ambiente.

En la década de 1980, se llevaron a cabo diversas reuniones internacionales que buscaban la posibilidad de dar solución a problemas mundiales como la deforestación, los desechos sólidos, la contaminación del agua, la erosión del suelo, los residuos peligrosos y la pérdida de biodiversidad, entre otros.Durante estos años surgieron organizaciones no gubernamentales relacionadas con la gestión ambiental; en el ámbito social se dio el incremento acelerado de propuestas ecológicas con fondos internacionales,mientras que en el ámbito educativo floreció el pensamiento proambiental con un fuerte respaldo teórico y metodológico.

En 1987 la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, presentó su Informe “Nuestro Futuro Común”, también conocido como “Informe Brundtland” debido al nombre de su presidenta, entonces primera ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland. El propósito de este informe fue tomar en cuenta opiniones de especialistas, políticos y científicosde 21 países uniendo diferentes ideologías y conocimientos para tratar temas como: población, recursos humanos, ecosistemas, energía, industria y urbanización.Esta comisión, convocada por la Organización de la Naciones Unidas (ONU),precisó ypopularizó el término “desarrollo sustentable”, que define «el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones”.

Este año se cumplen tres décadas desde la presentación de este informe que mostró al mundo que el consumo desmedido de la sociedad global estaba agotando los recursos naturales, pero algo aún más importante: el crecimiento económico y el medio ambiente no se pueden concebir de manera separada, por lo tanto, la afirmación de que son inseparables, centró la atención en revertir los problemas ambientales en nuestro planeta con la participación de todos los países y todos los ciudadanos, dejando de ser la tarea de una sola nación.

En las últimas décadas del siglo XX y el inicio de este siglo, el progreso económico ha implicado un alto costo ambiental, aunado al aumento de la pobreza y la degradación del medio ambiente, actualmente refleja ganancias en nuestros días pero significa que las futuras generaciones heredarán pérdidas. El deterioro ambiental se haagudizado, los cambios en los patrones culturales y socioeconómicos, el avance industrial y tecnológico, yla carencia de acciones específicas para la protección del ambiente que generen un equilibrio, han tenido consecuencias ambientales graves que preocupan a diversos sectores.

Hace treinta años la pregunta era ¿Hasta dónde es posible alcanzar el desarrollo sin provocar el agotamiento de los recursos naturales? y sin duda sigue siendo la misma, sigue vigente. Hoy más que nunca es necesario recordar el llamado urgente del Informe Brundtland: adoptar los compromisos, decisiones y acciones que sean necesarios,asegurando los recursos para sostener a nuestra generación y a las siguientes. Se trata de un problema ambiental con fondo social y político que involucra la producción, consumo y acumulación de bienes y servicios.

Aún se sigue cuestionando si la relación sociedad-medio ambiente alcanzará el equilibrio y favorecerá un desarrollo humano sustentable, desafortunadamente la humanidad se encuentra lejos de lograr este objetivo tan anhelado e idealizado, que demanda lograr consensos a nivel mundial, replantear laeducación y la participación de la sociedad, para no poner en peligro los sistemas naturales que sustentan la vida de las especies en la tierra.

¿Todavía es posible para la humanidad construir un futuro común sustentable, seguro y justo?