Cultura política: el reto de evolucionar

Por Liliana Becerril Rojas

La política, especialmente en México, parece ser una esfera ajena a la ciudadanía. Es un mundo aparte, con sus propias dinámicas y códigos que, de no conocerlos y dominarlos, dejan a cualquier persona ajena a esta esfera en total indefensión; no importa cuánto sepa de procesos electorales.

Entre la teoría y la práctica hay décadas de malas prácticas que se han justificado ante la ambigüedad de lo que es “legal”. Esos espacios en los que la ética tendría que operar, junto con el sentido común. Sin embargo, la ética parece tener precio, mientras que el sentido común es el menos común de los sentidos.

El poder político luce como un fin y no como un medio. Obtenerlo exige un precio que en algunos casos no es dinero, sino es la compra de voluntades, de conciencias y hasta de vidas. De ahí que las esferas de poder sean celosas de sus espacios y recurren a artimañas que han funcionado desde tiempos remotos, aprovechando la ignorancia y la apatía de la ciudadanía. Es un mal necesario y quien accede a él suele cargar sobre sí una constante duda sobre su honorabilidad y su credibilidad.

Los mítines, la entrega de despensas, regalos diversos y hasta tarjetas bancarias son dinámicas que buscan persuadir a los votantes de vender sus votos, su futuro, sus posibilidades de vivir en mejores condiciones, por un beneficio —si es que se puede llamar así a la escasa cantidad de dinero que se ofrece— efímero.

Podría pensarse que la política en México debe cambiar, pero la realidad es que es la ciudadanía quien debe cambiar su forma de ver y vivir la política, porque solo involucrándose en los procesos como ente activo será posible desenmascarar esas prácticas que son ilegales, pero que, por llenar requisitos y formalidades, son permitidos. De ahí los desvíos de fondos, la sobrecompra de publicidad y reparto de dádivas entre las poblaciones vulnerables.

Como electorado, tenemos que dejar de poner precio a nuestra libertad, a nuestro derecho a elegir y al futuro de nuestros hijos. No asistir a mítines a cambio de recibir una dádiva. No participar en campañas negras sin entender realmente en qué forma nos están utilizando. No ser clientes políticos de partidos que solo buscan su beneficio y que en su escala de prioridades no ocupamos ningún peldaño.

Despertemos a la conciencia ciudadana y tomemos nuestro lugar como co-constructores del país que deseamos y merecemos. Solo así seremos verdaderamente ciudadanos. #TlaxcalaesMásGrandedeloqueCrees