Biografías del Poder

Por Fernando Martínez

Evangelina Corona Cadena, tlaxcalteca que fue la Primera Secretaria General del Sindicato Nacional de Costureras. 

Oriunda de San Antonio Cuaxomulco, es un símbolo de la región, pero también del Estado de Tlaxcala y del País. 

Su lucha nace a partir de la muerte de más de 1000 costureras en el sismo de la CDMX en 1985. 

Evangelina Corona Cadena tiene parentesco directo con la escritora Teresa Meneses Salado, radicada en Apizaco, con orígenes en Coaxomulco y familiaridad con el pueblo de Santa Cruz Tlaxcala, ella especifica que “Su vida y obra -de Evangelina Corona- aparecen en diversas publicaciones. Su legado social aparece en el documental «No le pedimos un viaje a la luna» el cual ganó premios en países europeos como Francia y España, además del Ariel y la Diosa de Plata. En él, su mamá canta una canción a Cuaxomulco. Ha dado entrevistas a publicaciones como la National Geographic. Entre sus numerosos premios obtuvo el Ángel de la Ciudad junto a Plácido Domingo y Elena Poniatowska. La dramaturga Gabriela Román obtuvo el primer lugar en teatro en el estado de Morelos en una obra donde hace mención de esta destacada tlaxcalteca. Se ha presentado en diversos foros nacionales e internacionales. La fundación DEMAC publicó un libro de su vida, donde ella habla con mucho orgullo de su tierra tlaxcalteca. Su libro se llama «Contar las Cosas como Fueron», además aparece en diversas publicaciones por su aportación a las causas sociales. Es un orgullo el que Evangelina sea tlaxcalteca y sea mi prima. Dos momentos que me llenan de emoción es cuando la vi en un documental, menudita como yo liderando a miles de mujeres, caminando hacía los policías apuntando sus armas hacía ellas. Ella al frente de la mano de sus compañeras. Otro momento fue el año pasado cuando Gabriela Román y ella tomadas de la mano escuchaban a un público que, dé pie les aplaudía. Esto fue en Puebla”, nos comenta la escritora Teresa Meneses, autora del libro “La casa de los 100 años” y de “Toda una Vida”. 

“La costurera Evangelina Corona en el Día Internacional de la Mujer”, fue el título que elena poniatowska plasma el Domingo 12 de marzo de 2017 en el periódico ‘La Jornada’, y en donde establece que “Movimientos feministas del mundo entero convocaron a un paro internacional de mujeres. Ninguna debía ir a la oficina, lavar ropa, hacer comida, limpiar el inodoro (que nunca lo es tanto) entrar a la escuela o al aula universitaria, escoger un producto en una tienda de autoconsumo, cumplir con las tareas llamadas femeninas. México se unió a otros que denuncian la violencia de género, combaten la inequidad laboral y piden la legalización del aborto. 

Hablar de Evangelina Corona en el Día de la Mujer es festejar a una gran mayoría de mexicanas que se levantan al amanecer y trajinan sin descanso hasta la noche con tal de sacar a su familia adelante. Después del terremoto de 1985, a las últimas que sacaron de los escombros fueron las costureras, a veces sólo reconocibles por un anillito o una cadena. Durante todo ese tiempo Evangelina se mantuvo al pie de los edificios derrumbados en San Antonio Abad. Evangelina Corona es hoy una figura emblemática no sólo porque supo salvar vidas, sino porque sabe decir verdades de a kilo, ayudar a quien la busca, solidarizarse con quien ha caído en desgracia. Su sentido ético es para mí una lección de vida. 

Nacida en un pueblo de Tlaxcala en 1938, Evangelina conoció la pobreza. Sus ocho hermanos se dedicaban a sembrar y a recoger frijol, haba, maíz, cebada y los domingos piedras para ayudar a su papá a levantar la casa a unos 100 metros de una barranca. Al crecer se convirtió en sirvienta en una casa en Apizaco, de la que salió huyendo porque su patrón le echó los perros. Emigró a la Ciudad de México como todas las muchachas y entró a un departamento a barrer, lavar, planchar, cuidar a los niños como trabajadora doméstica, hasta que por fin pudo volverse costurera y dominar a la perfección la overlock, una máquina bonita que hace remates, cierra bien las costuras y las clausura. También aprendió a manejar la dobladilladora, la ojaladora y la botonadora, pero lo que más le importó fue tener una vida verdaderamente cristiana. 

Eso no significó que se convirtiera en una beata repugnante, al contrario, tuvo dos hijas porque yo quería saber lo que es eso. Sus hijas han sobresalido; una casada en Canadá le ha dado tres nietos, otra en Santa Fe tiene la formación que ella no alcanzó y una hija. Todavía hoy, nada de lo que dice Evangelina escandaliza ni mortifica, porque nada de lo suyo es artificial. Nunca se asumió como víctima o mártir, cuenta sus vivencias y los cambios de su vida como si tal cosa. Nadie podría relatar su vida amorosa con la inocencia con que ella lo hace y hablar de lo que más ama: sus dos hijas. Madre soltera, escoge libremente su destino: No estaba tan tirada a la calle como para que nadie se fijara en mí. Pero yo no quería vivir esclavizada bajo el yugo de un hombre. 

Solidaria con su sabiduría bíblica de presbiteriana, gracias a la intensidad de sus palabras, a sus convicciones y a consejos tan sencillos, como no hay que apachurrarse, nunca previó que en 1985 tomaría la palabra en nombre de sus compañeras ante el ex presidente Miguel de la Madrid y le llevaría la contraria frente a su gabinete estupefacto: No, señor presidente, así como usted las dice, así no fueron las cosas. Jamás imaginó que su gallardía y la limpidez de su rostro de mujer valiente la llevarían a ser la Secretaria General del Sindicato de Costureras 19 de septiembre, mucho menos pensó que ocuparía un escaño como legisladora en la Cámara de Diputados en el sexenio que siguió al del mandatario a quien ella había desautorizado en público. 

Evangelina Corona pasó de secretaria general del ‘Sindicato de Costureras 19 de Septiembre’ a legisladora de la Cámara de Diputados. Lejos de intimidarse con los poderosos, su autenticidad la convirtió en líder. Mis propias palabras me llevaban no sabía yo adónde. En el 85 surgió de los escombros una mujer que la propia Evangelina desconocía. 

El sismo del 85 no sólo despertó la conciencia de Evangelina, sino la de sus compañeras del taller de costura, quienes permanecían frente a su Singer 10 horas diarias, no alcanzaban ni el salario mínimo y llevaban costura a su casa a destajo para aumentar el presupuesto familiar. Desde entonces han pasado más de 30 años, pero la realidad de miles de mujeres en México sigue siendo la misma –aclara Evangelina con la lozanía de sus mejillas de manzana. 

Evangelina publicó en 2007 sus memorias con la invaluable ayuda de Patricia Vega y las tituló Contar las cosas como fueron, y resulta de una frescura y una sinceridad conmovedoras, ya que revela su intimidad sin esconder nada, al contrario, se nos da toda entera y podemos beberla como vaso de agua fresca. 

Hoy por hoy, Evangelina Corona es una mujer bella, de cabello blanco y sonrisa abierta. Verla como protagonista de la película de Maricarmen de Lara No le pedimos un viaje a la Luna, es un deleite por los geranios en botes de Mobil Oil que cuelgan en la pared y porque sabe dirigirse a los demás con voz clara y conceptos precisos. No sólo tiene facilidad de palabra, sino estructura su pensamiento en forma sólida y sus palabras van directo al corazón. Quizá porque fue catequista protestante aprendió a guiar la mente de niños y adultos por el buen camino. Más tarde, sentada en la Cámara de Diputados se preguntaba: ¿Cuándo una costurera que sólo llegó a tercero de primaria va a hablar en la Cámara? No cabe en la mente de nadie. La primera vez que subió a la tribuna, los diputados la ignoraron. Evangelina los puso en su lugar y todos callaron. A pesar de su poca preparación –como ella misma lo dice–, su honradez y su sentido común la convirtieron en legisladora porque nunca dejó de decir la verdad. Defensora de los más pobres, votó contra varias reformas constitucionales. Criticó a sus compañeros farsantes y vividores. Hoy, cuando tenemos los ojos puestos en la Cámara, es bueno recordar que Evangelina alguna vez escuchó a un diputado decir: Yo a lo único que vengo es a levantar la mano y a cobrar. 

Evangelina, defensora de mujeres, fundó una guardería para hijos de costureras: En la Biblia se específica que el padre es el responsable de la educación de los hijos y debe encauzarlos. A mí que me demuestren qué papá está cerca de sus hijos para vigilar su educación. Ahí sí la mayoría de los hombres se lavan las manos y la responsabilidad recae en la mujer. Sin embargo, para ellos hay cantinas, billares, cine, teatro, pero la mujer se queda en casa con la obligación de atender a los hijos, guisar y planchar. Para mí, esa sí es una manera de minimizar a la mujer. 

Después de vender productos de limpieza de puerta en puerta, ahora Evangelina recibe a los solicitantes en una de las oficinas de la Secretaría del Medio Ambiente. Ya camina con bastón, pero ahí va contenta de valerse por sí misma y de que el conductor espere con paciencia a que suba al camión. Evangelina Corona tiene el corazón bien cosido en la caja del pecho, bien cosido a los ojos, bien cosido al cerebro, bien cosido a las manos como demuestra la historia de su vida, –ni más ni menos– la historia de miles de mexicanas que a diario salen a trabajar y regresan a las cinco con su mejor sonrisa”, hasta aquí el texto íntegro de la flamante Elenita.