Sueños asfixiados

Por Yazmin Garnica Carbajal

Coyuntura/El pasado 23 de julio se vivió una tragedia más en la frontera con los Estados Unidos; hechos fatales de los que tristemente los mexicanos y nuestros hermanos centroamericanos,al parecer, ya estamos acostumbrados a padecer.

Ese día se informó a través de diferentes medios que un grupo de migrantes que viajaban dentro de la caja de un tráiler, fueron abandonados en el estacionamiento de un centro comercial en la ciudad de San Antonio Texas. De acuerdo a los datos recabados, se menciona que pudieron haberse metido hasta 200 migrantes en la caja cerrada del tráiler; otra información refiere la cifra de por lo menos 100 indocumentados.Sin embargo, a la hora en que se presentaron los agentes policíacos a prestar auxilio, sólo se encontraban 38 personas, 8 ya fallecidas y 20 en estado de gravedad. Horas más tarde habrían de morir dos migrantes más, por lo que la suma se elevó a 10 indocumentados muertos por asfixia, ya que la temperatura al interior de la funesta caja rebasaba los 40 grados centígrados, y su sistema de refrigeración estaba descompuesto. Cuatro de los fallecidos fueron de nacionalidad mexicana.

Este tema lo recuerdo muy bien desde mi infancia; un escenario que está presente en miles de familias de nuestro país: el famoso sueño americano. Un sueño del que se habla todo el tiempo, ya seaporqueel papá, la mamá, los tíos, algún amigo o personas cercanas a nosotros han emigrado al otro lado de la frontera, con la única esperanza de cambiar su nivel de vida, aunque muy pocos lo logran a pesar de transitar gran parte de su vida en ese terrible peregrinar.

Hasta hace pocos años los polleros cobraban alrededor de 50 mil pesos por pasar a los indocumentados, sin importar los peligros inimaginables al momento de cruzar los límites entre un país y otro.Uno de esos peligros es dejarlos abandonados a su suerte en el desierto, perdidos días y días hasta encontrar el sitio anhelado, o bien, la muerte.

A estos graves riesgos se suma el hecho de estar lejos de su seno familiar, es decir, de sus padres, de sus parejas, de sus hijos; vivir en casas reducidas compartiendo el espacio en muchas ocasiones con más de 10 personas. Asimismo, la vida en los Estados Unidos es demasiado cara, de tal forma que para hacer frente a los gastos básicos, es necesario trabajar más de 16 horas diarias; y, aparte de sufragar sus gastos, el indocumentado tiene que enviar dinero a su familia. No obstante, el sueño se mantiene: trabajar en el vecino país del norte para poder ofrecer a su familia mejores condiciones de vida, algo que en su propio territorio les es negado.

Y para quienes estén pensando en emigrar al norte, les informo que al día de hoy un pollero cobra alrededor de cinco mil 500 dólares por pasarlos, es decir, aproximadamente 100 mil pesos; por supuesto, con el enorme riesgo de no pasar y, además, perder la vida a costa de la negligencia de estos traficantes de personas que lucran con la necesidad que agobia a los indocumentados.

Se podrán decir mil cosas, tales como que México está cambiando; que hay más empleo; que estamos preparados para recibir a los connacionales que sean deportados del país vecino; pero la cruda realidad es otra y ésta se vive día a día, la viven las propias familias de los migrantes, la vive la sociedad en general.

A pesar de ello, aún se mantienela esperanza de triunfar en este país de sueños, porque los sueños se mantienen, aunque en la frontera con el vecino país del norte nos los asfixien.

Es deseable que la muerte de estas 10 personas, y de todas aquellas de las que no nos enteramos pero que probablemente han muerto por seguir su sueño americano, abonen el campo para lograr transformaciones sociales en beneficio de los más necesitados.