Vocación y elección profesional: ¿Qué carrera elegir?

Por Carolina A. González Cuevas

El estudio de una profesión parece ser un objetivo común para, al menos, los jóvenes de estratos medios de la sociedad mexicana contemporánea. Las distintas universidades del país amplían o modifican constantemente su oferta académica con la finalidad de cumplir con las demandas del entorno socioeconómico, además de que promueven una serie de actividades que buscan la vinculación institucional con la sociedad para demostrar la pertinencia de sus programas académicos.

Por otro lado, la misma sociedad ha construido un modelo deindividuo exitoso, que sería el que posee bienes materiales y tiene acceso a recursos de todo tipo: económicos, sociales, políticos. La acumulación y posesión de tales artefactos es vista, pues, como el objetivo por alcanzar. Entonces, las carreras se tornan como el vehículo mediante el cual se puede acceder a tales valores contemporáneos. En este sentido, surge un proceso que bien podría denominarse como idealización de las profesiones, el cual orienta e influye de forma importante la toma de decisiones en lo que respecta a la elección profesional individual, misma que implica la adscripción a un modo de vida determinado, que trasciende la etapa de educación profesional y se expresa a lo largo de la biografía laboral – y vital – de los sujetos.

La elección de la carrera se constituye, pues, como uno de los elementos centrales en la elaboración del proyecto de vida de las personas, y puede conducir al desarrollo integral del individuo o, en el sentido opuesto, puede generar frustración y conflictos intrapersonales. El escenario, entonces, se complejiza cuando interactúan las aspiraciones e intereses personales con los valores, creencias y estereotipos fomentados por la estructura social.

Además, tanto en la elección profesional como en la inserción a la educación universitaria, pueden ocurrir contingencias que se ubican fuera del control del estudiante. Un ejemplo de tales contingencias sería el rechazo de la universidad al aspirante a determinada profesión debido, entre otras cosas, a la saturación en la matrícula que excede la capacidad institucional. El dilema, entonces, se presenta debido a que quien aspiraba a estudiar determinada licenciatura tendría que reelaborar su proyecto vital-profesional y optar por esperar la convocatoria de admisión siguiente, o intentar su ingreso a la misma licenciatura pero en otra institución o elegir, dentro de la oferta académica de la universidad de su interés, una licenciatura distinta a la que aspiraba como primera opción.

Si opta por la tercera posibilidad (ingresar a la misma universidad pero en una profesión diferente), se enfrentaría al reto de formarse en una disciplina que no se corresponde con sus intereses y aspiraciones y, quizá, tampoco se corresponde con sus habilidades y aptitudes. Esa falta de correspondencia entre intereses, aptitudes y decisiones profesionales se relaciona estrechamente con la trayectoria universitaria del individuo, con el disfrute de la etapa de formación universitaria o con su padecimiento.

De modo que la elección de una profesión no es un proceso sencillo, en él intervienen los valores sociales, los intereses personales del estudiante y los condicionantes institucionales. Vemos, recientemente, que los estudiantes que fueron rechazados en el proceso de admisión de distintas universidades públicas del país, intentan – bajo diversas estrategias – hacer lo posible para cambiar su situación. No se trata sólo de un proceso de admisión de resultados desfavorables, sino de la necesidad de reubicarse para los aspirantes, de reelaborar su proyecto profesional que estructurará su propio proyecto de vida. Sin embargo ¿qué es lo que quieren estudiar los aspirantes universitarios? ¿Es en realidad una carrera que les permitirá lograr sus objetivos de desarrollo personal o es una de esas profesiones idealizadas que, al menos en apariencia, prometen garantizarles el acceso a los artefactos más valorados por la sociedad y, de paso, otorgarles prestigio y reconocimiento? ¿Cuánto influye la familia en la toma de decisiones de los aspirantes a distintas carreras?

He podido escuchar, de la propia voz de estudiantes que están a punto de concluir su educación media superior, frases como “Mis papás no me dejan estudiar tal carrera”, o “Estoy intentando convencer a mi familia para que pueda sacar ficha para tal programa”, incluso “Dicen que si estudio esto que a mí me gusta, no voy a conseguir trabajo”. Pareciera, entonces, que hay profesiones que gozan de una mayor importancia para la sociedad, licenciaturas que pretenden que una tradición familiar perdure, programas académicos más valorados que otros, esas son las profesiones que se saturan tanto en las instituciones públicas como en las privadas. ¿Qué tipo de formación es entonces la que se reclama? ¿Qué elementos deberá tomar en cuenta el aspirante para su elección profesional?

No considero que existan respuestas unívocas; pero sí pienso que es necesario reflexionar en torno a la consideración de las profesiones, a la influencia que se ejerce en los de por sí agobiados aspirantes al ingreso universitario. Quizá sea oportuno – ahora que los procesos de admisión están en marcha – hacer una pausa y mostrar disposición para ampliar el panorama, comparar planes de estudio, solicitar información detallada a las instituciones y no olvidar que no se trata nada más de la elección de una carrera, sino de la adscripción a un modo de vida particular, de ahí que el proceso resulte complejo y que el protagonista, es decir el estudiante, pueda construir tanto sus decisiones como aumentar sus niveles de certeza.