Sindicatos, poder, corrupción, el pan de cada día

Por Leticia Alamilla Castillo

Daño colateral

“Una sociedad que sustituye bienestar por beneficio es el exponente de una sociedad en grave decadencia –José Luis Sanpedro-

Los primeros sindicatos nacen como una necesidad de la clase trabajadora por defender sus derechos ante acciones de evidente explotación laboral.

Los orígenes de las primeras organizaciones se remontan al siglo XVIII, después de la Revolución Industrial, y en el siglo XIX, con mayor presencia en países europeos.

Movimientos como el Ludismo y el Cartismo fueron las primeras acciones conjuntas de los trabajadores para destruir las máquinas que consideraban sustituirían la mano de obra dejándolos sin empleo, y el recurrir al Parlamento inglés para exigir mejores condiciones en las fábricas en donde eran terriblemente explotados.

En nuestro país en 1872 fue fundada la primera asociación de obreros y artesanos, luego, nacieron un gran número de agrupaciones que se fueron debilitando, hasta casi desaparecer durante el gobierno de Porfirio Díaz.

La mano dura del Presidente Díaz y la persecución de aquellos que osaron criticar la tolerancia que tuvo frente a la explotación de los trabajadores en las empresas de capitales extranjeros establecidos durante su régimen, fueron una constante.

Y al fin llegó la revolución

El perfil de quienes engrosaron las filas de la Revolución mexicana favoreció la creación de la Casa del Obrero Mundial en 1912, cuya primera demanda, fue la de disminuir las jornadas laborales, que llegaron a ser hasta de 16 horas durante el Porfiriato, a ocho horas y el descanso dominical.

Toda la mitad del siglo XX fue una de las etapas más prolíferas en cuanto al nacimiento de organizaciones sindicales que curiosamente después de 1929, año en el que nace abuelo del PRI, el PNR, se ven los beneficios de las agrupaciones para fines políticos.

Unas de las más importantes, la CTM y la CROC, nacieron con  demandas legítimas de la clase obrera y campesina, hasta convertirse en un apéndice de gobierno en turno.

A partir de ahí, el populacho en su mayor esplendor hizo galas de sus mejores vestimentas cada 1 de mayo en los desfiles en donde miles de trabajadores de todos los sectores y sindicatos desfilaron en pleno zócalo capitalino esperando el saludo del señor presidente.

Un nuevo poder

Los sindicatos se convirtieron en una fuente de poder extraordinaria, había que tenerlos contentos, acceder a sus demandas, tratar bien a sus líderes, soltarles la rienda para que disfrutaran las mieles del poder político y hacerse de la vista gorda en cuanto a los ingresos y manejo de recursos de estas enormes organizaciones.

Los sindicatos de maestros, petroleros, telefonistas, electricistas, obreros, campesinos, unidos para ejercer presión o para negociar el nivel de presión a cambio de grandes beneficios para los líderes que negociaban en “lo oscurito” como coloquialmente decimos.

Los sindicatos en México y sus filiales en las entidades federativas crecieron numérica, económica y políticamente. Su presencia se hizo sentir.

Corrupción sindical

La tan presumida democracia de estas organizaciones se volvió una simulación, el poder se comenzó a concentrar en un pequeñísimo grupo de líderes sindicales.

Los sindicatos comenzaron a perfilarse como organizaciones clientelares en donde los trabajadores quedaron presos de sus líderes.

Se convirtieron en verdaderos monopolios, porque el  modelo sindical mexicano evitó la creación de más sindicatos que representaran una opción de afiliación de los trabajadores.

A éstos, a los que aportan sus cuotas de manera obligatoria no se les permite tener alternativas para afiliarse a uno u otro sindicato.

Los líderes de la noche a la mañana comenzaron a amasar grandes fortunas económicas que no tenían reparo en mostrar de manera ostentosa.

Si esto no es cierto, habría que ver nada más a personajes como Elva Esther Gordillo (SNTE), Víctor Flores Morales (STFRM), Napoleón Gómez (SNTMMSRM), Carlos RomeroDeschamps. (STPRM) o Martín Esparza. (SME) y el poder político y económico que acumularon a lo largo de décadas al frente “sus” sindicatos.

Tlaxcala no es un estado de excepción

De acciones legítimas a cotos de poder son características de los sindicatos en Tlaxcala, en donde los líderes de muchos de éstos llegaron no por méritos propios sino por simpatías, amarres o compromisos con el gobernador en turno.

Sindicatos como el del Colegio de Bachilleres en Tlaxcala son una clara muestra del deterioro de estas organizaciones, cuya administración ha quedado sujeta a decisiones discrecionales, poco transparentes y de falta de respeto a los docentes a quienes representa.

Nadie audita a los sindicatos, al parecer se convierte en negocios familiares de aquellos que llegan a encabezarlos.

En los últimos días se ha destapado la cloaca y a través de diversos medios de comunicación sabemos de las múltiples irregularidades con las que opera el sindicato del Colegio de Bachilleres.

El meollo del asunto se encuentra en ver cuál será la actuación real de la autoridad para transparentar las acciones del líder sindical en Tlaxcala.

Esperemos que el modelo de hacerse el que “no oye, no ve, no dice y menos hace” haya quedado atrás en la nueva administración y se haga algo para evidenciar y transparentar las acciones de un sindicato que debe dejar de ser un premio para los cuates.

Hay que acabar con la adoración de líderes atorados en el pasado que gozan del vitoreo, el confeti y las matracas y exigir representantes que se conduzcan de forma honesta en sus cargos.

Aquí en Tlaxcala los líderes sindicales no se perfilan como los más capaces, sino los que más alagan y los que disfrutan del reconocimiento público convirtiéndose en una especie de juego perverso en donde están en juego muchos intereses.

A pie de página

A veces es muy difícil pensar en alcance del poder de  la autoridad con respecto a la actuación corrupta de algunos líderes sindicales.

Pero no sólo el alcance sino la voluntad de sanear las acciones que al parecer se encuentran en total opacidad.

Esperemos que lo que ocurre en el Colegio de Bachilleres en Tlaxcala no transite como muchas otras irregularidades que salen a la luz y luego de diluyen de forma mágica.